El futuro incierto de una dinastíaMarcelo Casis, NPSGlobal Enero 2012 Al interior de la Península de Corea se evidencian dos contrastes manifiestos entre el Norte y el Sur que minan la posibilidad de la unificación, ambicionada por ambos bandos, al menos en términos pacíficos en el mediano plazo. Un Sur capitalista protegido bajo el ala de los Estados Unidos (quien presta constante apoyo militar, al punto de brindarle garantías nucleares y evaluar seriamente la posibilidad de apoyar la extensión del alcance del stock misilístico surcoreano (1), y político en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, al impulsar sanciones ante los movimientos del vecino del Norte) se contrapone a un Norte encerrado sobre sí mismo, incapaz de garantizarle a su pueblo un mínimo de seguridad alimenticia (2), dependiente de la asistencia internacional, fundamentalmente de China, uno de los pocos Estados que mantiene asiduos contactos con el régimen norcoreano y quien le suministra de casi la totalidad del petróleo y bienes de consumo que requiere y la mitad de los alimentos. Sin embargo, a pesar de estas incapacidades estructurales del régimen del Norte (apelando al adjetivo estructural a partir de las constantes carencias alimenticias, citando como el más importante ejemplo la hambruna por la que atravesó el pueblo norcoreano a mediados de la década de 1990, por la que la frontera norte fue vulnerada por miles en búsqueda de alimentos) es un Estado nuclearmente armado desde 2006, obviamente no sujeto al TNP, poseedor de armas biológicas y químicas, dotado de un Ejército que supera el millón de efectivos y armado con misiles de corto y mediano alcance (Scuds, alrededor de 600, y Nodongs, aproximadamente 200) y cuenta con desarrollos avanzados en intercontinentales, Taepo Dong-2, e incipientes en misiles crucero derivados del CSSC-3 chino (3). Con la partida de su “Querido líder”, Kim Jong Il, el pasado 17 de diciembre, el régimen de República Popular Democrática de Corea presenta nuevos interrogantes sobre el futuro de la Península. El aislacionismo y hermetismo implementados a partir de la década del ochenta, derivados de la ideología Juche Sasang aplicada a todo aspecto de la sociedad, imposibilita todo contacto con el extranjero, por lo que la torna inasequible. En esta “normalidad” radica el completo desconocimiento, por parte de la comunidad internacional, del joven sucesor de la dinastía, Kim Jong Un, de quien sólo se sabe fehacientemente que en 2010 fue designado por su padre, quien tras haber sufrido una apoplejía en 2008 vio su salud gravemente deteriorada , como receptor del mando por lo que comenzó con los preparativos al nombrarlo Vicepresidente de la Comisión Militar Central del Partido de los Trabajadores, tras ser ascendido a General de Cuatro Estrellas. En este contexto se desprenden los mayores peligros que la realidad norcoreana deberá afrontar: por un lado, la necesidad de Kim Jong Un de establecerse en el poder a pesar de su casi nula experiencia en él, sorteando posibles luchas internas, y lograr que tanto el Partido como el Ejército se sometan a sus designios, sin que ello desemboque en enfrentamientos armados con los “traidores del Sur”, Japón o los Estados Unidos, ya sea como producto de la propia dinámica de los posibles conflictos internos o como demostración de fuerzas de la incipiente etapa del régimen amparado en su capacidad nuclear. Por otro lado, existe la posibilidad que, a partir de su situación económica delicada, la cual ya no recibe asistencia de Estados unidos ni de Corea del Sur, busque en el mercado internacional compradores de sus conocimientos y desarrollos en el campo de las armas de destrucción masiva lo que la dotará de un importante flujo de capitales. Estos dos puntos son los que desvelan a la comunidad internacional y con los que la misma deberá lidiar en el corto plazo. Atendiendo al fortalecimiento de la estructura de poder de su sucesor, Kim Jong Il tomó algunos recaudos que serán de vital importancia. En 2010, en paralelo al nombramiento de Kim Jung Un, su tía paterna, Kim Kyoung Hui, también obtuvo el rango de General de Cuatro Estrellas. Con la asunción de Kim Jong Un, ésta, junto con su marido, Jang Song Taek, ex Vicepresidente de la Comisión Nacional de Defensa, cuidará sus espaldas desempeñando el rol de Regentes del Palacio. De esta manera, el régimen se asegura cierta continuidad en las políticas, tanto al interior como el exterior del país, lo que confirmaría el apoyo de la cúpula militar. Sin embargo, ciertos analistas advierten que, desde su nombramiento de 2010, Kim Jong Un estaría transfiriendo al Partido parte del poder cedido a la estructura militar, intentando volcarse a una estructura partidocéntrica al estilo chino. Estos anhelos reformistas de algunos analistas podrían, sin embargo, desembocar en una feroz disputa por el poder de no intentarse de manera paulatina, pudiendo derivar en demostraciones de poder que afectarían directamente a Corea del Sur, Japón o Estados Unidos y, como consecuencia de las mismas, arrastrarían al resto de las potencias de la región, siempre con la inminencia del peligro nuclear. En cuanto al peligro de proliferación, Corea del Norte muestra un prontuario más que importante, teniendo en su haber transferencias de tecnología misilística a Egipto, Irán, Libia, Pakistán, Siria, Yemen y, presumiblemente, a Burma y de tecnología nuclear a Siria, a quien habría asesorado en la construcción del reactor nuclear destruido por Israel en 2007, y a Libia, al que habría intentado suministrar hexafluoruro de uranio en 2000 (4), por lo que la búsqueda de nuevos ingresos a partir de operaciones ya no sólo con Estados sino también con agentes no estatales es una variable a ser seguida de cerca y es aquí cuando la hipótesis abandona el campo de la teoría e insta a la comunidad internacional a tomar cartas en el asunto. Tanto Estados Unidos como China deberán instar a retomar las negociaciones a Seis Bandas retomando el rumbo de las negociaciones de 2005, por el que Corea del Norte se comprometía a abandonar su programa de armas nucleares a cambio de asistencia económica, seguridad brindada por los Estados Unidos y el restablecimiento de las relaciones con éstos. Su capacidad de negociación le ha proporcionado suministros de alimentos cuando lo ha requerido, que Estados Unidos aceptara en 1994 a proveerle de combustible y de dos reactores nucleares de agua liviana (los cuales no se construyeron por las sospechas de enriquecimiento de uranio) a cambio de desmantelar su programa de plutonio y, fundamentalmente, ha conseguido montar un cerco sobre sus fronteras, llegando a impedir el ingreso a diplomáticos y expertos de la AIEA en 2009, que le da la ventaja de la imprevisibilidad ante los ojos occidentales. Sin embargo y a pesar de los conflictos con Corea del Sur de 2010, se puede intuir la búsqueda de un acercamiento, tras su segunda prueba nuclear en 2009, al recibir a Bill Clinton en agosto de ese año y permitiendo en noviembre de 2010 la visita del Director del Laboratorio Los Alamos, Siegfred Hecker, a las instalaciones de enriquecimiento de uranio de Yongbyon y a Jimmi Carter en 2011. Son precisamente estos movimientos pendulares los que proyectan su capacidad negociadora. Sin embargo, su mayor logro fue evidenciar cómo el unipolarismo ya no responde al orden internacional vigente. Tras los fracasos de las políticas de las administraciones de Clinton y Bush, Estados Unidos aplica actualmente, una “paciencia estratégica”, aplicando sanciones económicas y demandando la reactivación de relaciones Norte-Sur como requisito fundamental para retomar las negociaciones, mientras brinda apoyo militar a Corea del Sur y Japón. De no existir mayores sobresaltos con el accionar de Kim Jong Un, poco más es de esperar de la administración Obama en el corto plazo, en un año signado por el proceso eleccionario. En este contexto, China, quien detenta los mayores intereses sobre la región, ha debido tomar parte activa en la cuestión liderando desde 2005 los encuentros a Seis Bandas. China, como principal aliado económico y diplomático de Corea del Norte, lo que no implica que avale sus acciones, sino que, por el contrario, no puede permitirse un caos humanitario como el de 1995/98 y, menos aun, conflictos armados en la Península que la verían envuelta de manera directa o podrían reposicionar a los Estados Unidos en la región, busca influir en su vecino de manera de poder evitar tales escenarios, a tal punto que busca vincular industrialmente su región noreste con Corea del Norte. En este sentido, en 2010, Kim Jong Il visitó China justo cuando Seúl reclamaba la condena del incidente de Cheonan, hecho que se repitió dos veces antes de su fallecimiento. Con esto, se podría avizorar un acercamiento mayor de Corea del Norte a China, especialmente de sus estructuras partidarias, siendo el PCC quien le proporciona ayuda alimentaria a la dinastía Kim, reforzando lo esbozado párrafos antes. De esta manera, si bien China no se puede permitir que se la vincule con un régimen inestable que la condenaría a nivel internacional y perdería un socio comercial como Corea del Sur, tampoco puede desembarazarse del asunto, por lo que deberá, en el corto plazo buscar la reanudación de los encuentros, dispuesta a negociar con una Corea del Norte dispuesto a demandar. Sólo a partir de los reacomodamientos internos de la dirigencia de Corea del Norte ante la figura del nuevo titular del Palacio de Pyongyang, la comunidad internacional dispondrá de una relativa mayor certeza sobre el estado de situación y cómo poder abordarla. Notas Bibliografía |