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Por qué no avanzó el acuerdo con Irán

El Cronista
Irma Argüello

3 marzo 2014| Link al artículo original


A un año de su aprobación por el Congreso argentino, no se ha registrado ningún progreso en la instrumentación del Memorándum de Entendimiento con Irán para investigar el aún impune atentado terrorista a la AMIA de 1994, lo cual ha sido confirmado por la Presidente en la apertura de 132 período de sesiones ordinarias.

En su momento, el gobierno argentino impulsó febrilmente este pacto en un marco de gran resistencia, como muy pocas veces se había visto antes, por parte de amplios sectores de la política, de las entidades judías y de la sociedad.

Nunca se comprendieron las razones por las cuales el gobierno argentino deseaba abrir una vía paralela que formalizaba la incapacidad de su propia justicia de investigar y castigar a los responsables del atentado. Tampoco, la manera en que se incluía artificialmente en la investigación a un gobierno cuyos altos funcionarios, entre ellos el Ministro de Defensa, Ahmad Vahidi y otros allegados se encontraban entre los propios sospechosos.

Existen varias razones por las cuales Irán, si alguna vez lo tuvo, perdió interés respecto de la aplicación del Memorándum. Porque se debe reconocer que el acuerdo con Argentina nunca fue una materia de gran relevancia para la República Islámica, envuelta en conflictos internacionales de mucho mayor calibre e impacto.

Pedidos de captura de Interpol a 6 sospechosos relacionados con el régimen de IránLa principal expectativa de Irán era la remoción de los pedidos de captura internacional de Interpol– notas rojas - a 6 altos referentes del régimen iraní incluyendo el mencionado Ahmad Vahidi y dos candidatos presidenciales de aquél momento, lo cual fue pedido y no prosperó.

En el contexto internacional, la desaparición del venezolano Hugo Chávez, que había servido como una suerte de bisagra en las relaciones entre Argentina e Irán, redujo las expectativas de hacer negocios interesantes con la Argentina. Esta posibilidad era en cierto modo atractiva para aliviar el ajustado corsé de sanciones comerciales y financieras impuestas, entre otros, por el Consejo de Seguridad de la ONU y la Unión Europea, debido a su negativa a detener el programa nuclear y las actividades de enriquecimiento de uranio.

Un dato no menor fue la inesperada asunción del Papa Francisco, cuya imagen e influencia imprimió, en forma deliberada o no, un cambio significativo en la dinámica de las decisiones políticas locales. Hubo al menos dos hechos reveladores: el voto de Argentina en contra de Irán en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y el beneplácito del Canciller argentino cuando Interpol se negara a remover los pedidos de captura internacional solicitados por el Canciller de Irán.

Es claro que el Irán de hoy no es el de un año atrás. Aunque el sustento y la ideología de la teocracia radical son las mismas, las caras son otras. Del Irán de Mahmoud Ahmadinejad aislado internacionalmente, abogando en las palabras por la desaparición del Estado de Israel, con una economía acorralada por las múltiples sanciones, emerge la cara amable conciliadora y casi bucólica del nuevo presidente Hassan Rouhani. Hoy la República Islámica está sentada negociando directamente con las grandes potencias: Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania su programa nuclear. 

Todo hace suponer que no es que Irán no avanza porque el acuerdo no le favorece, sino más bien porque no le es necesario. 

Mientras tanto, en Argentina se pide la anulación de un pacto nunca se tendría que haber firmado y la sociedad toda espera cerrar en el marco de verdadera justicia de un país soberano una herida dolorosa que ya lleva 20 años.


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