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Un nuevo escenario para la seguridad global
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Crisis global

 

Desde la página de opinión del prestigioso diario argentino La Nación, Irma Argüello analiza el nuevo tablero de poder mundial y los desafíos a la seguridad global derivados de la crisis financiera.

 

 

Diario La Nación
Irma Argüello

Martes 22 de octubre de 2008 | Link al artículo original 

Los acontecimientos de estos días muestran un mundo al que todavía le cuesta hacer pie frente al cataclismo financiero; crisis que, por su impacto y consecuencias, ha puesto de manifiesto el poder de la globalización y, a la vez, la atomización del poder mundial.

En este aspecto, la transición desde un mundo "unipolar", sobre la base del liderazgo hegemónico de Estados Unidos hacia un mundo "no polar", en el cual el poder se reparte, casi sin reglas, entre múltiples actores estatales y no estatales, parece no tener vuelta atrás. La caída de los mercados traerá la precarización de las economías: habrá menor acceso al crédito, menor inversión, una disminución generalizada del nivel de vida y, en consecuencia, una cantidad considerable de efectos sociales y económicos negativos, de los cuales ningún país estará exento. En este contexto, la seguridad global también estará en jaque.

En términos de seguridad humana -aquella centrada en la protección de las personas- la relación entre los efectos negativos de la crisis y el aumento de los riesgos sobre los individuos es inmediata. Desde el punto de vista de la seguridad de los estados, paradójicamente, el embate será más contundente cuanto mayor sea su calidad institucional.

En los países con alta institucionalidad y una opinión pública que controla, será difícil comprometer los niveles presupuestarios destinados a defensa y seguridad, típicos del pasado reciente. Estos asuntos, por fuerza de las circunstancias, cederán prioridad frente a otros relacionados con el esfuerzo por recomponer el bienestar de la población.

En los países con menor calidad institucional -situación que en general se acompaña de un mayor aislamiento económico internacional y de mayores concentraciones de poder fronteras adentro- la variable de ajuste será, de seguro, la calidad de vida de la población antes que los programas en defensa y seguridad. Tal el caso de los regímenes totalitarios o en camino de serlo, en los que burocracias gubernamentales manejan a su antojo presupuestos y prioridades frente a una opinión pública desdibujada. En ellos, los gastos con fines ofensivos o defensivos, continuarán, mientras el cuadro social profundizará su deterioro.

En términos concretos, la crisis global podría, por ejemplo, crear un campo propicio para la proliferación nuclear, debilitando barreras destinadas a evitar que armas o materiales para fabricarlas lleguen a manos del terrorismo o de estados con tales aspiraciones. En este aspecto, los programas de armas nucleares, sobre todo en los países centrales, sufrirán una desaceleración, pero también serán afectados los esfuerzos de prevención y respuesta a potenciales ataques con armas de destrucción masiva.

De igual modo, los organismos multilaterales de control y cumplimiento de las normas internacionales, tales como el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica), podrían sufrir deterioros en su capacidad operativa. En este último caso y dadas sus responsabilidades específicas, los procesos de verificación de la utilización de plantas y materiales exclusivamente para fines pacíficos, uno de los pilares del régimen de no proliferación nuclear, podrían verse limitados.

Lo que pocos dudan es que las vicisitudes en el financiamiento global llevarán, también, cuanto menos en el corto y mediano plazos, a un significativo retraso del llamado "renacimiento" de la industria nuclear, en particular la asociada con la construcción de reactores y centrales para la producción de energía eléctrica. Hasta hace poco, además de los planes de aumento en la capacidad instalada en muchas de las 31 naciones con centrales funcionando, otras 30, entre ellas algunas de América latina, estaban considerando seriamente la alternativa nuclear. Hoy es prematuro anticipar cuántos de estos proyectos sobrevivirán a la crisis.

Del mismo modo y como un detalle de interés cercano, todavía es incierto el impacto sobre el emprendimiento bilateral nuclear Argentina-Brasil, lanzado durante el pasado mes de febrero, por el cual ambos países se han propuesto desarrollar, entre otros, un reactor de potencia y una empresa de enriquecimiento de uranio. Seguramente sus fuentes de financiamiento habrán de ser reconsideradas a la luz de la nueva situación financiera. No obstante, debe tenerse en cuenta que el uso de la energía nuclear para fines pacíficos bajo el control internacional no implica, en sí mismo, una amenaza a la seguridad global, pero sí existen otros factores de riesgo nuclear latentes, que pueden potenciarse en el actual escenario.

Países con historial de objetivos nucleares poco transparentes, como Irán y Corea del Norte, podrían encontrar en el colapso global un ámbito favorable para dar un nuevo impulso a aspiraciones que la comunidad internacional rechaza. Las noticias del reciente acuerdo entre Washington y Pyongyang, por el cual se retoman las inspecciones a instalaciones ?declaradas? del país asiático, no implica que este tema haya dejado de preocupar.

Lo mismo cabe para el terrorismo y otros actores no estatales con intenciones de adquirir armas de destrucción masiva, los cuales obtienen sus fondos a partir circuitos económico-financieros informales. En este sentido, un riesgo no menor es el posible incremento del tráfico ilícito de materiales y tecnología nuclear, debido a la erosión de los recursos destinados al control.

Este escenario de peligro nuclear creciente pondrá todavía más a prueba a la comunidad internacional, ya vulnerable por el colapso financiero.

La experiencia muestra que problemas globales requieren soluciones globales, tal como se ha comprobado a partir del efecto tímidamente positivo en la confianza de los mercados de la reducción conjunta de la tasa de interés entre Estados Unidos y la Unión Europea. Las cumbres internacionales del G7 y del G20 dan, también, buenas señales en esa dirección.

De igual forma, en materia de seguridad, es imprescindible que los líderes políticos mundiales trabajen de manera coordinada para encontrar y llevar a la práctica, en forma urgente, un mínimo de puntos de consenso, de modo que los esfuerzos realizados hasta hoy para frenar el riesgo nuclear puedan ser, cuanto menos, preservados.

Relegar la prioridad de la seguridad global durante la crisis financiera podría conducir a resultados de peligrosidad incierta.

La autora es presidenta de la Fundación No-proliferación para la Seguridad Global.

 


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