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América Latina: el inútil recurso de los armamentos
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Infopuntual, 5 ago 2010.

La compra de armas en América Latina se encuentra, últimamente, como una noticia destacada. Brasil adquirió 36 aviones Rafale a Francia. Chile y Venezuela efectuaron también importantes compras militares. No está clara la necesidad y el motivo real que justifican todas esas adquisiciones frente a otras prioridades regionales.

Si bien el tema de las percepciones de seguridad de un Estado es una cuestión compleja y delicada que en ocasiones es más para el psicoanálisis que para la diplomacia y la defensa, lo que parecería, en el caso particular de América del Sur, es que las compras de armas convencionales estarían más relacionadas con las apariencias o con la paralipsis que con cualquier hipótesis de conflicto concreto.

Nadie podría pensar seriamente en una amenaza extra regional. El único que podría llegar a enfrentar esa hipótesis es la Argentina que tiene una parte de su territorio bajo una situación colonial. Y en ese caso, señaló con claridad su intención de solucionar la disputa de soberanía a través de la diplomacia. Consecuentemente, es de los pocos países de la región que no efectuó compras de armas aunque, ante una cuestión delicada sin solucionar, bien lo podría justificar desde el punto de vista teórico.

Si algún Estado percibe una amenaza intraregional, el nivel y el tipo de armamentos en proceso de adquisición no guarda relación con ninguna hipótesis sensata. La historia de la región en lo que hace al alcance, duración y escenarios de los choques armados dan una noción de la reducida utilidad militar de dicho material. Desvaríos como los que estuvieron a punto de ocurrir entre Argentina y Chile sólo son imaginables en el absurdo de las dictaduras de la época. Lo mismo se podría decir hoy sobre los peligros de un conflicto militar entre Colombia y Venezuela. Sería absurdo que tuviera lugar por cuanto existen amplios márgenes para que las acusaciones mutuas, independiente de quien pueda tener razón, puedan solucionarse razonablemente en el terreno diplomático.

Estas consideraciones no pretenden desmerecer la importancia de las políticas de defensa. Solo intentan, señalar, que esas políticas deberían reflejar la realidad del vecindario y procurar, que los legítimos intereses de defensa, no creen situaciones innecesarias que afecten la estabilidad regional.

El espiral de compras de armamentos suele ser un proceso darwiniano donde siempre habrá armamento tecnológicamente superior. Es, además, un hecho comprobado, que las principales potencias militares se reservan el monopolio del carácter desestabilizante del material militar de última generación.

Las compras anunciadas por Chile, Brasil y Venezuela son de lo más variadas e importantes, tanto en número como en la calidad de los equipos. Sin embargo, como era de prever en ningún caso responde a lo que técnicamente se denomina de última generación, ni siquiera la adquisición de Brasil de un submarino a propulsión nuclear por cuanto los reactores, que actúan como su fuerza motriz, pueden ser objeto de producción por un número de Estados tecnológicamente capacitados, incluyendo potencialmente a la Argentina.

En materia aeronáutica, los aviones de quinta o cuarta generación, Su-30 o el 35, F-22, Mig 29 o el 35 o el mismo Eurofighter, están, por ahora, reservados para uso exclusivo de las principales potencias y, en algunos casos, sus aliados. Los Rafales o lo F-18, en cambio, son de tercera generación y ya se encuentran a disposición de aquellos dispuestos a hacer el gasto de la continua reposición como es el caso de Brasil. Lo importante, en definitiva, no es el esqueleto, sino su instrumentación. Lo mismo se podría decir de los tanques T72 adquiridos por Venezuela a Rusia que demostraron sus limitaciones en Irak. Aquí, también, el suministro electrónico varía según el Estado que lo adquiera. Es por eso, que las escaladas de compras tienen siempre un valor militar relativo y efímero aun en el campo de las apariencias.

Lo que más fortalece la percepción de seguridad de los Estados es la transparencia, las medidas de fomento de la confianza, la integración regional y, principalmente, la institucionalidad democrática. Es hora de trabajar más intensamente en esos campos y desalentar las desmesuradas compras de armamentos para destinar eso fondos a propósitos más acorde con las necesidades de la región y evitar caer en ilusiones militaristas innecesarias como pasajeras.

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