ABC, 3 mar 2010. La visita de Estado del presidente ruso, Dmitri Medvédev, confirma unas «relaciones privilegiadas» entre la Francia de Nicolas Sarkozy y la Rusia de Vladímir Putin, cuyas dimensiones militares y energéticas irritan y crean tensiones con Washington y con varios miembros de la Unión Europea, en cuestiones esenciales para las relaciones trasatlánticas y la construcción política de Europa.
París y Moscú celebran un «año ruso» que tiene muchas facetas, culturales, diplomáticas, militares, con grandes exposiciones de prestigio: Picasso en Moscú y la Santa Rusia en París.
Oficialmente, Sarkozy aspira a «impulsar» una línea más pro occidental de Moscú, en asuntos estratégicos como Afganistán e Irán. Sarkozy también confía en que Moscú apoye la «nueva política» occidental, en teoría más dura, contra la teocracia islámica iraní.
Oficiosamente, los contratos franco-rusos en materia de armamento van mucho más allá del aspecto económico, nada desdeñable. Washington, Polonia -todo el este europeo- y Georgia, contemplan con callado horror la posible venta de navíos de guerra franceses, de la clase «Mistral», a Rusia. Moscú sigue sin cumplir los precarios acuerdos de «alto el fuego» negociados por Sarkozy en 2008, tras la invasión militar rusa de Georgia.
Los nuevos navíos de guerra franceses permitirán a Moscú realizar operaciones en sus fronteras marítimas «con mayor rapidez y eficacia». Eficacia y rapidez que Georgia, Polonia y las repúblicas del Báltico contemplan con la más viva inquietud.
En el terreno económico, oficialmente, la entrada de EDF (la gran empresa francesa) en el capital de Gazprom (el gigante energético ruso), con una modesta participación, entre otros numerosos aliados europeos, es una operación estrictamente empresarial: asegurar los aprovisionamientos nacionales... La táctica rusa inquieta en la UE, porque Moscú sigue sin tener buenas prácticas en materia de derechos humanos y de armas y energía. Volver |