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Pre-agreement Iran P5+1

Irma Argüello|Diario Clarín (edición papel)| 5 abril 2015

Tras días de intensas negociaciones en la ciudad de Lausana, el llamado Grupo 5+1 e Irán han acordado un marco político para una salida diplomática a las tensiones derivadas del controvertido programa nuclear iraní.

Los parámetros establecidos, que deberán concretarse en un acuerdo final antes del 30 de junio, limitan la capacidad de Irán para enriquecer uranio durante un período de 10 años y como contrapartida, proponen el fin de las sanciones internacionales que han afectado la economía y el comercio exterior de la República Islámica.

Las grandes potencias pretenden retrasar el momento en que Irán obtenga suficiente uranio enriquecido como para fabricar un arma nuclear. Para ello han planteado condiciones prácticas para extender a un año como mínimo el tiempo necesario para lograr tal material frente a los tres meses que se estiman en la actualidad.

Lo acordado también llevaría a un mejoramiento de la eficiencia por parte del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) en el control del programa nuclear iraní. Si bien los sucesivos gobiernos de ese país han declarado intenciones pacíficas, las transgresiones a los compromisos internacionales a lo largo de los años parecieron mostrar lo contrario. Las inspecciones del OIEA, que el país está obligado a aceptar por ser parte del Tratado de No Proliferación se han dificultado en más de una oportunidad dada la escasa cooperación iraní y hasta se llegó a un alerta del Organismo respecto de las posibles “dimensiones militares” de esas actividades nucleares.

Reacciones

El pre-acuerdo ha dividido las aguas en la comunidad internacional. Fue recibido con júbilo por los negociadores y sobre todo por Irán, que tiene mucho por ganar a partir de él. Sin embargo muchos expresan dudas respecto de la efectividad de las negociaciones para prevenir un Irán con armas nucleares.

Las diferencias de enfoque son claras: mientras que los más drásticos pretenden que Irán renuncie de plano al enriquecimiento de uranio (y al reprocesamiento que habilita la producción de plutonio apto también para armas nucleares) la negociación se centró en reducciones en el número de centrífugas y en los niveles de enriquecimiento, por un período limitado y en un control internacional más profundo frente a un Irán decidido a mantener su derecho al desarrollo de tales tecnologías.

Esta controversia se ha instalado con fuerza en el ámbito político de los Estados Unidos. En Washington siempre hubo diferencias entre la administración Obama, impulsora principal del acuerdo y la oposición respecto de la estrategia y de los contenidos fundamentales en juego.

Tres situaciones claves durante marzo marcaron tales fisuras: la invitación republicana al premier de Israel, Benjamín Netanyahu para que exponga sus objeciones ante un plenario del Congreso; una casi insólita carta al presidente de Irán Rouhani por parte de 47 senadores republicanos en la que se subraya la imprescindible aprobación del Congreso de los Estados Unidos cualquier compromiso tomado por el Ejecutivo, leído como una forma de torpedear la estrategia de la Casa Blanca y, finalmente, un pronunciamiento bi-partidista de la Cámara de Representantes avalado por el 80 % de los legisladores que planteaba la preocupación respecto de la marcha de las negociaciones y la necesidad de que un acuerdo final duradero restrinja la infraestructura nuclear de Irán y los caminos hacia una bomba.

En el caso de los países regionalmente afectados por un posible Irán con armas nucleares como Arabia Saudita y las monarquías del Golfo, además de Israel, el descontento con lo acordado es más que evidente.

Lo cierto es que lo alcanzado con el pre-acuerdo, en las presentes circunstancias globales, está en línea con el escaso margen que tiene la comunidad internacional para dar solución al dilema del programa nuclear de Irán.

Hoy en día es materialmente imposible cualquier uso de la fuerza por parte de las potencias para detener un programa nuclear que se declama como "pacífico" pero que a la vez está debidamente protegido. Por otra parte, Irán es ahora una pieza clave de contención del ISIS, tanto en Irak como en Siria y por ello comparte intereses con las potencias occidentales.

Es claro que existen muchos interrogantes y desafíos hasta fines de junio, tanto por los complejos aspectos técnicos involucrados como porque está en juego la real efectividad de esta negociación para prevenir la obtención armas nucleares por parte de Irán. Serán tres meses arduos. Mientras tanto, ambos bandos pretenden ganar tiempo. Y el tiempo en este caso, juega claramente a favor de la República Islámica.

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