El dilema de Estados Unidos en Irak
Irma Argüello|Fundación NPSGlobal| 14 jun 2014 En una nueva escalada de sus actividades insurgentes en Medio Oriente el grupo denominado El Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL o ISIS por sus siglas en inglés), un desprendimiento de al-Qaeda, pero mucho más extremo, acaba de conquistar casi sin resistencia Mosul, la segunda ciudad del país, luego Tikrit, y se encuentra en camino hacia Bagdad. Su objetivo es consolidar su poder en Irak para establecer en la región un califato a la vieja usanza, basado en el uso de la ley islámica más estricta. Se juegan en este conflicto un conjunto de profundas e irreconciliables divergencias: Occidente, sus aliados y su forma de vida frente al islamismo fundamentalista, por una parte pero también la permanente puja entre el islamismo chiita que domina Irak frente a la minoría sunita, que este grupo representa. ISIS nació en los primeros tiempos de la guerra en Irak a partir de varios grupos insurgentes y reivindicó en 2004 su alianza con al-Qaeda. A través del tiempo fue responsable de gran parte de los actos de violencia durante la presencia de Estados Unidos en el país y después que se retirara en 2011. Su primer líder, el militante jordano Abu Musab al-Zarqawi fue muerto durante un ataque aéreo en 2006. El grupo se hace fuerte en Siria y es considerado una de las facciones de mayor organización y expansión territorial, junto con el Frente al-Nusra, dentro del bando que lucha contra Bashar al-Assad. Bajo el mando de su líder actual, Abu Bakr al-Baghdadi, el grupo intenta absorber a Frente al-Nusra en 2013, pero la maniobra falla ya que al-Qaeda no la respalda. Finalmente ISIS corta las relaciones con al-Qaeda en febrero de 2014. En esta avanzada sobre la capital de Irak se le están uniendo los antiguos cuadros sunitas de Saddam Hussein. Evidentemente los recursos del gobierno iraquí que encabeza el Primer Ministro Nouri al-Maliki son muy limitados, por no decir nulos, para contener la situación, por lo cual ya se avizora la potencial intervención, directa o indirecta, de otras fuerzas extra-nacionales. La crisis pone hoy en tela de juicio la forma en que el gobierno pro-chiita de al-Maliki ha administrado el país desde la finalización del gobierno de transición en 2006, y sobre todo la manera en que sus medidas en vez de moderarlas, han profundizado las diferencias entre los chiitas, que constituyen alrededor del 65 por ciento de la población y las minorías sunitas, kurdas y otras. Estados Unidos, que aún mantiene alrededor de 35.000 efectivos en la zona de Medio Oriente, sigue muy de cerca la situación y ha manifestado la intención de apoyar al gobierno de Irak, una vez que dicho gobierno ofrezca un plan de acción del que todavía carece. Sin embargo la posibilidad encierra grandes dilemas para el país del norte: por un lado, Estados Unidos contribuiría a desbaratar a aquellos que ha apoyado por largo tiempo en Siria en las luchas contra al-Assad. Por el otro, su participación podría profundizar aún más la lucha sectaria si es percibida como convalidando los abusos de la administración de al-Maliki respecto a las minorías. Esta contradicciones, junto con el ánimo interno actual de Estados Unidos y de sus aliados, que tiende a la no-intervención con tropas luego de los pobres resultados de las anteriores en el mismo Irak y en Afghanistán, hace poco probable una nueva incursión en estos términos, y en ese sentido ya se ha expedido el presidente Obama. Irán, de esencia chiita, puede poner en juego su poderío militar y sus fuerzas de élite y, junto con aliados tales como Hezbollah, puede decidir tomar en sus manos dicha acción. Aunque el gobierno de Hassan Rouhani ha manifestado ayer en rueda de prensa que “por el momento” no intervendrá directamente, también indicó que responderá positivamente a un eventual pedido de ayuda del gobierno de al-Maliki. Sin embargo existen versiones extra-oficiales respecto de que Irán ya habría enviado varias unidades de la Guarda Revolucionaria más allá de la protección de la frontera ante un potencial avance del ISIS. Por una vez, el conflicto en Irak, que ya ha causado según la ONU más de un millón de desplazados, pone a Estados Unidos y a Irán casi del mismo lado, mientras que siguen manteniendo posiciones divergentes en Siria. Asímismo Estados Unidos ha impulsado en forma decidida las múltiples sanciones a la República Islámica por las transgresiones derivadas de su programa nuclear, a la vez que se volverán a reunir a partir del lunes 16 en Viena para una nueva ronda de negociaciones diplomáticas junto con Rusia, Francia, China, Reino Unido y Alemania (P5+1). Es deseable que las potencias aprendan de nefastas experiencias anteriores y que dichas posiciones, manifiestas o no, en ninguna circunstancia y por ninguna razón incluyan el apoyo o promoción de ningún grupo o contendiente que base su acción en la intolerancia, el terror y el sufrimiento de los habitantes de tan castigada región. No se trata de idealismo, sino de pragmatismo, ya que los resultados de estas prácticas han sido hasta ahora sin excepción altamente contraproducentes.
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